Flaubert (Ruán, 1821-Croisset, 1880) vivió
como un provinciano, despreocupado del
éxito y la vida social. Él mismo dijo que su
vida era tranquila y que su mayor aventura era
encontrar una frase o recoger alguna
metáfora.
Flaubert acabó con el mito romántico de la inspiración, se convirtió en un forzado
de las letras, en el “ermitaño de Croisset” (la finca donde vivía y trabajaba sin
descanso y donde finalmente murió que había comprado la familia en vida de su
padre, Achille-Cléophas Flaubert). No dejaba nada a la improvisación, tenía que
controlarlo todo antes de enviar a la imprenta sus obras, trabajaba con precisión el
estilo de su prosa, desterrando cualquier destello de lirismo o sensiblería, deseaba
que en sus obras nada hubiera de irreal y no se permitía como narrador verter
opiniones propias, quería permanecer en el texto como Dios, oculto y siempre
visible, omnipotente y ubicuo, en todas partes y en ninguna.
Cada una de sus obras
le supuso un gran esfuerzo creativo. Por ejemplo, no consideró publicable La
tentación de san Antonio hasta haberla reescrito tres veces) y para escribir Salambó
realizó inacabables investigaciones eruditas que tuvieran que culminarse con otro
viaje al norte de África.
El escritor odiaba el tiempo que le había tocado vivir, el siglo XIX, herido por una
abundante mediocridad, sin grandeza épica. Vio el ocaso de la aristocracia, el
auge de la nueva clase dominante de la burguesía, a la que él mismo pertenecía,
pero con cuyos valores no se identificaba.
Para Flaubert, como también para el “poeta maldito” Baudelaire, que
estudiaremos más adelante, el siglo XIX carecía de grandeza. Es un “burgués
burguesófobo”. Hippolite Taine, célebre crítico francés, retrató la sociedad
decimonónica así:
“una democracia de obreros y campesinos bien administrados, con una burguesía
minoritaria que ahorra y se corrompe, y unos funcionarios pasando estrecheces que están
esperando el ascenso… El estado tiene un plan: suprimir los grandes destinos, la amplitud de
miras, cualquier herencia y cualquier aristocracia, compartirlo todo, producir grandes cantidades
de semicultura y de semibienestar, conseguir que de quince a veinte millones de individuos sean
pasablemente felices”.
Tras la muerte de su padre (en enero de 1846) y de su hermana (en marzo, al
alumbrar a su hija, también llamada
Caroline), abandonó la carrera jurídica y se
marchó a vivir a una finca familiar cercana a
Ruán, en Croisset (que había comprado su
padre antes de morir). Allí pasará toda su
vida, a excepción de los viajes que realizó.
Conoce a la poetisa Louise Colet, con la que
inicia relaciones en 1846, pero con la que
nunca se casa. La relación entre ambos fue
muy inestable, pero apasionada, aunque el
gran amor de Flaubert fue sin duda Elisa
Schlésinger, quien le inspiró el personaje de
Marie Arnoux, de La educación sentimental, y que nunca fue su amante, aunque sí
su amiga.
Gustave Flaubert falleció en Croisset, Baja Normandía, Francia, el 8 de mayo de 1880. A su funeral acudieron lo más distinguidos literatos del momento
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